Cómo monté los dos dormitorios de mis hijos adolescentes

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Cuando mis hijos eran pequeños, montar sus habitaciones fue una experiencia llena de ilusión. Elegí muebles con formas redondeadas, colores suaves y todo lo que me parecía tierno. Había peluches, vinilos de animalitos en las paredes, y camas que parecían salidas de un catálogo de cuentos. Pero el tiempo pasó volando, y sin darme cuenta tenía en casa a dos adolescentes que, evidentemente, ya no querían dormir rodeados de ositos y estrellas.

Así que llegó el momento de hacer un cambio importante: transformar los dos dormitorios infantiles en espacios pensados para adolescentes. Ahora había que cambiarlo absolutamente todo… Así que, aquí te cuento cómo lo hice y qué cosas aprendí por el camino, por si esto te sirve si estás en esta misma etapa.

 

1º Escuchar, de verdad, lo que quieren

Lo primero que hice, y me alegro mucho de haberlo hecho así, fue sentarme con cada uno por separado y preguntarles qué querían. No me limité a enseñarles Pinterest o catálogos. Les pregunté qué colores les gustaban, qué tipo de cama preferían, si necesitaban más espacio para estudiar o si querían algún rincón especial, y lo fui apuntando todo en una libreta para tenerlo en cuenta.

Mi hija quería algo «neutral, cómodo, sin muchas cosas» (sus palabras exactas). Mi hijo, en cambio, tenía claro que quería un escritorio grande y luces LED. Nada más. Ni siquiera le importaba el color de las paredes.

También hablamos de lo que no les gustaba, lo cual fue muy útil para descartar opciones desde el principio. A veces creemos que les conocemos de memoria, pero sus gustos van cambiando, y darles ese espacio para expresarse puede ayudar en el proceso.

Así que el primer consejo que daría es: no supongas lo que quieren. Pregúntales, escúchalos y déjales participar.

 

2º Adiós a los muebles infantiles

Una de las primeras decisiones fue decirle adiós a los muebles infantiles. La cama en forma de coche, las estanterías con colores pastel y el escritorio pequeño ya no tenían sentido.

Aquí me tuvieron que asesorar, para ello contacté con Goterris, una tienda de muebles de mi ciudad, Almazora (Castellón). Ahí es cuando me di cuenta de que los muebles para adolescentes debían ser más funcionales. Lo más prácticos y adaptables posible. Por eso, cambiamos:

  • Las camas: Pasamos de camas de 90 con barandillas y formas infantiles, a camas de 105, más anchas y cómodas. Elegimos somieres con canapé para ganar espacio de almacenamiento. Fue un acierto total.
  • Los armarios: Los sustituimos por armarios modulares, sin dibujos ni colores llamativos. Con buena profundidad, cajones funcionales y espacio para colgar ropa larga.
  • Los dos escritorios: Este fue un cambio importante. Los antiguos eran pequeños y poco ergonómicos. Ahora tienen escritorios grandes, con espacio para el portátil, libros, y una silla cómoda de escritorio.
  • Las estanterías: Les instalamos estanterías abiertas con un diseño sencillo, que pueden usar para libros, cajas de almacenaje o incluso decoración. A veces se llenan de cosas, otras están casi vacías, pero al menos tienen ese espacio disponible.

 

3º Aprovechar al máximo el espacio

Una cosa que aprendí en todo este proceso es que en una habitación de adolescente cada centímetro cuenta. De repente necesitan más espacio que cuando eran pequeños, pero las habitaciones siguen midiendo lo mismo.

Para aprovechar al máximo el espacio, hicimos varias cosas:

  • Canapés y cajones bajo la cama: Como dije antes, esto es imprescindible. Meten ahí ropa de otra temporada, mochilas, cosas que no usan a diario.
  • Paredes funcionales: En lugar de solo decorar, usamos las paredes. Estanterías flotantes, colgadores para mochilas, organizadores de pared cerca del escritorio…
  • Pocos muebles, pero bien elegidos: Decidimos no sobrecargar. Mejor menos cosas, pero bien pensadas. Por ejemplo, una cómoda que también puede usarse como banco, o un espejo grande que da sensación de amplitud y al mismo tiempo les encanta para verse antes de salir.

 

4º Colores neutros, pero con personalidad

Aquí es donde más me costó no imponer mi criterio. Yo soy muy fan de los tonos beige, blanco roto y tierra, pero claro… ellos sí.
Mi hija eligió una pared gris claro y el resto blanco, con algunos toques en madera natural. Mi hijo quería algo más oscuro y moderno, así que hicimos una pared en azul petróleo y las demás en gris muy claro. La verdad, me sorprendieron para bien.

Una buena idea fue usar colores neutros en muebles y paredes, y dejar los detalles más coloridos para cojines, mantas o decoración. Así, si un día deciden cambiar el estilo, no hay que volver a pintar ni comprar muebles nuevos. Además, los tonos neutros agrandan visualmente la habitación, la hacen más luminosa y no cansan con el tiempo. Los pequeños toques personales —como una lámpara con color, un póster o una alfombra diferente— son los que realmente marcan la diferencia sin necesidad de grandes cambios.

 

5º Zonas diferenciadas para dormir, estudiar y relajarse

No siempre es posible en habitaciones pequeñas, pero intentamos que cada dormitorio tuviera al menos tres zonas claras: para dormir, para estudiar y para desconectar. No hace falta que estén separadas con muebles o paredes, pero sí que cada espacio tenga su función.

  • Dormir: La cama bien colocada, con luz cálida al lado y una mesita sencilla. Nada de luces blancas ni cosas que molesten para descansar. También añadimos una funda nórdica suave y una manta para los pies de la cama, que además de decorar, les da sensación de abrigo. En uno de los cuartos pusimos un cabecero tapizado que aporta un toque acogedor y mejora el confort cuando leen o usan el móvil antes de dormir.
  • Estudiar: Escritorio amplio, buena iluminación (compramos flexos de luz regulable, todo un descubrimiento), enchufes a mano y una silla cómoda. También les puse una pizarra blanca en la pared para que puedan organizar tareas o apuntar ideas. A mi hija le añadimos una lámpara de pinza que puede mover según lo que esté haciendo. Mi hijo, en cambio, pidió una alfombrilla XL para el teclado y el ratón, porque a veces también juega ahí.
  • Relajarse: En la habitación de mi hija pusimos una butaca pequeña al lado de la ventana. En la de mi hijo, una alfombra grande con cojines donde se tumba con el móvil o la tablet. No es nada del otro mundo, pero esos rincones les ayudan a desconectar. También añadimos una pequeña estantería cerca de esos espacios donde pueden tener libros, una vela aromática o incluso una caja de recuerdos. Son detalles que no ocupan mucho, pero les hacen sentir que tienen un rincón solo suyo.

 

6º Detalles que marcan la diferencia

Aquí es donde realmente se nota la personalidad de cada uno. Más allá de los muebles y los colores, los detalles son los que hacen que la habitación sea suya.

  • Luces LED: Sé que están por todas partes y pueden parecer una moda, pero para ellos es importante. Las pusimos detrás del cabecero, debajo del escritorio y en una estantería. Se pueden controlar desde el móvil y cambian de color.
  • Posters y cuadros: Les dejé elegir lo que querían colgar. Mi hija optó por láminas minimalistas y fotos en blanco y negro. Mi hijo tiene pósters de series, una bandera y una estantería con figuras.
  • Plantas: Me sorprendió que los dos quisieran tener alguna planta. Pusimos cactus y plantas fáciles de cuidar. Dan vida sin complicarles la vida.
  • Textiles: Elegimos ropa de cama sencilla, pero con texturas agradables. Algodón suave, fundas nórdicas fáciles de lavar, cojines cómodos. Los detalles textiles hacen que todo se vea más acogedor.

 

7º Materiales duraderos y fáciles de mantener

No me fui al extremo de elegir muebles carísimos, pero sí tuve en cuenta que esto ya no es como cuando eran peques, que todo se cambiaba en pocos años. Quería cosas que les duraran al menos toda la adolescencia.

Así que busqué:

  • Maderas laminadas o MDF de buena calidad: Resisten bien los golpes y son fáciles de limpiar.
  • Sillas con fundas lavables o de materiales resistentes: Muy necesarias.
  • Ropa de cama de algodón 100% o mezclas transpirables: Les ayuda a dormir mejor.
  • Superficies lisas, sin demasiadas esquinas o formas difíciles: Se limpian más fácil y se ven más modernas.

También intenté que todo fuera bastante atemporal, para no tener que redecorar en dos años.

 

Menos, es más, pero con su propio estilo

Montar las habitaciones de mis hijos adolescentes fue una experiencia bonita. Me obligó a soltar un poco el control, a escuchar más y a entender que su cuarto es su refugio, su espacio. No tenía que gustarme a mí, tenía que representarles a ellos.

Lo más importante fue adaptar los muebles a sus necesidades reales, no a lo que se supone que debe tener un cuarto de adolescente. Hacerlo práctico, funcional, acogedor. Y darles margen para que lo personalicen.

No hace falta tirar la casa por la ventana. A veces con cambiar la cama, reorganizar el escritorio y pintar una pared, ya se siente como un lugar nuevo.

Y aunque echo de menos los vinilos de animalitos y las camitas con forma de castillo, ahora me encanta verles en un espacio que sienten suyo, donde pueden estudiar, dormir, desconectar y, simplemente, estar bien.

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